Luis Zúñiga - Manuela Sáenz
Manuela es una novela en verdad de valía, su talentoso autor el ecuatoriano Luis Zúñiga se apartó de las visiones trilladas que hasta ahora habían dirigido el quehacer de otros como de cineastas latinoamericanos, y se introdujo en la vida personal de la compañera de Simón Bolívar, La Generala, según la denominaban los pueblos de las repúblicas dolorosas de nuestra América.
Varios méritos posee la obra. Primero, el tono confesional logrado por el autor, quien, gracias a la paciente lectura y estudio de su personalidad y estilo de Manuela Sáenz en cartas, manifiestos y papelería escritos por la propia protagonista, así como varias biografías, pudo introducirse a fondo en su existencia para entregar al lector la vida íntima y pública de la joven mujer.
Con su mirada de primera mano, el narrador y poeta logró un fresco transparente, por lo que no falta a lo largo del texto el erotismo de esta mujer que, al tiempo que amó con pasión al gran venezolano, supo entregarse, con valentía, a la lucha junto a su admirado amante.
En la novela, que presenta la Editora Abril en la XVII edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana 2008, se destaca la primera etapa de la vida de Manuela, antes de conocer a El Libertador, y casi la mitad del libro está dedicado a ello, toda vez que durante este tiempo deviene revolucionaria. Este es otro mérito a favor de Zúñiga, ya que tradicionalmente se nombra y se habla de Manuela solo como amante, a partir del encuentro e inicio de sus amores con Bolívar.
Sin embargo, un año antes de conocer al El Libertador en Quito, ella recibió la significativa condecoración de La Orden del Sol en Perú, de manos del general argentino José de San Martín, por su participación en el movimiento político de ese país contra los españoles.
Las ecuatorianas justamente reivindican ese enfoque diferente de la novela al compararla con otras, porque Zúñiga ofrece una imagen verdadera de este importante personaje de la historia y la literatura hispanoamericanas, pues, sin desdeñar sus amores con Bolívar, la presenta como su compañera política y de lucha, en una relación que duró ocho años hasta su muerte.
Luego, Manuela continuó en la pelea política durante algunos años, hasta que fue desterrada de Colombia, lo que no hace normalmente una amante. La sola y superficial visión de «amante» fue difundida y alimentada por los ultraconservadores curas, monjas y la pacata sociedad quiteña y bogotana; y así quedó marcada durante tanto tiempo y marginada de la historia.
En consecuencia, Zúñiga adoptó el tono, la escritura y el hálito de esta heroína que nunca cejó en su empeño de amar a El Libertador. Pero hay más: el autor no entrega una visión seráfica ni estatuaria de la quiteña, sino logra ofrecernos la más plena y actual imagen de la revolucionaria ecuatoriana, de algún modo precursora de las luchas contemporáneas de las mujeres por su liberación y la de sus pueblos, en cuya trayectoria no son escasos los ejemplos en nuestra América y, por supuesto, en Cuba.
La prosa de Luis Zúñiga en este genuino best seller es cinematográfica, por su concisión y limpieza, exactitud y precisión, sin torpes digresiones que solo apartarían al lector de la trama para aburrirlo. De ahí que estas páginas se lean de un tirón, pues se van visionando los hechos con amenidad, y se participa en los avatares con Manuelita —como también la llamaban con cariño— por amar al admirado Simón Bolívar, cuya patria de origen ostenta hoy su nombre en recordación a su magna obra libertaria.
Varios méritos posee la obra. Primero, el tono confesional logrado por el autor, quien, gracias a la paciente lectura y estudio de su personalidad y estilo de Manuela Sáenz en cartas, manifiestos y papelería escritos por la propia protagonista, así como varias biografías, pudo introducirse a fondo en su existencia para entregar al lector la vida íntima y pública de la joven mujer.
Con su mirada de primera mano, el narrador y poeta logró un fresco transparente, por lo que no falta a lo largo del texto el erotismo de esta mujer que, al tiempo que amó con pasión al gran venezolano, supo entregarse, con valentía, a la lucha junto a su admirado amante.
En la novela, que presenta la Editora Abril en la XVII edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana 2008, se destaca la primera etapa de la vida de Manuela, antes de conocer a El Libertador, y casi la mitad del libro está dedicado a ello, toda vez que durante este tiempo deviene revolucionaria. Este es otro mérito a favor de Zúñiga, ya que tradicionalmente se nombra y se habla de Manuela solo como amante, a partir del encuentro e inicio de sus amores con Bolívar.
Sin embargo, un año antes de conocer al El Libertador en Quito, ella recibió la significativa condecoración de La Orden del Sol en Perú, de manos del general argentino José de San Martín, por su participación en el movimiento político de ese país contra los españoles.
Las ecuatorianas justamente reivindican ese enfoque diferente de la novela al compararla con otras, porque Zúñiga ofrece una imagen verdadera de este importante personaje de la historia y la literatura hispanoamericanas, pues, sin desdeñar sus amores con Bolívar, la presenta como su compañera política y de lucha, en una relación que duró ocho años hasta su muerte.
Luego, Manuela continuó en la pelea política durante algunos años, hasta que fue desterrada de Colombia, lo que no hace normalmente una amante. La sola y superficial visión de «amante» fue difundida y alimentada por los ultraconservadores curas, monjas y la pacata sociedad quiteña y bogotana; y así quedó marcada durante tanto tiempo y marginada de la historia.
En consecuencia, Zúñiga adoptó el tono, la escritura y el hálito de esta heroína que nunca cejó en su empeño de amar a El Libertador. Pero hay más: el autor no entrega una visión seráfica ni estatuaria de la quiteña, sino logra ofrecernos la más plena y actual imagen de la revolucionaria ecuatoriana, de algún modo precursora de las luchas contemporáneas de las mujeres por su liberación y la de sus pueblos, en cuya trayectoria no son escasos los ejemplos en nuestra América y, por supuesto, en Cuba.
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