viernes, 9 de septiembre de 2011
Eliécer Cárdenas - Guerra y Paz en Paquisha
Eliécer Cárdenas - Guerra y Paz en Paquisha
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Cuenca, Febrero 12 de 1981
Eliécer Cárdenas
Parte de este reportaje, realizado cuando el sonido de las de las armas aún no habían callado del todo a lo largo de la selvática Cordillera del Cóndor, y trabajado en las zonas hermosas pero necesitadas de la provincia de Zamora-Chinchipe que nos tocó recorrer cumpliendo una actividad esencialmente periodística pero también de entrañable amor a nuestro país.
En esos días, solo el que esto escribe, Vicente Tello, Cronista gráfico de EL TIEMPO de Cuenca y la SENDIP, y Rolando Tello, Jefe Regional de la SENDIP del Azuay, junto a un puñado de estudiantes de periodismo de la Universidad de Guayaquil, y dos o tres fotógrafos de “El Comercio”, éramos el único personal de la Prensa Ecuatoriana destacados en el lugar, dispuestos a todo, porque la misión que nos tocó elegir no es para comodidades. Días antes, varios corresponsables y camarógrafos extranjeros habían descendido, en helicóptero, sobre Zamora. Captaron algo del “color local”, se sintieron defraudados por la falta de sangre, viviendas hechas añicos, dolor, y se fueron a inventar una historia en sus cómodas oficinas de Caracas o París. Esas historias mentirosas que luego presentaban al Ecuador como un país de salvajes que agredió al “culto y mesurado Perú”.
Aquí está el fruto de nuestro trabajo. De quienes nos alegramos de no ver casi nada de sangre en nuestra frontera. Sólo hubo la que fue indispensable para defender la Patria de una mini guerra relámpago largamente planificada por los círculos militaristas peruanos para distraer a su sojuzgado pueblo de los horrores de la inflación y el paro laboral. En estas páginas va también nuestro homenaje a los soldados de Paquisha, Machinaza, Mayaycu, y otros tantos sitios cuyos nombres aún no aprendemos los ecuatorianos –imperdonable falta-, que defendieron con heroísmo la integridad territorial. Y nuestro homenaje a los pobladores de Zamora Chinchipe, que también estuvieron listos para ofrendar sus vidas, y empuñaron las armas, y permanecen vigilantes mientras siembran, cultivan, y esperan días mejores para el Ecuador.
En esos días, solo el que esto escribe, Vicente Tello, Cronista gráfico de EL TIEMPO de Cuenca y la SENDIP, y Rolando Tello, Jefe Regional de la SENDIP del Azuay, junto a un puñado de estudiantes de periodismo de la Universidad de Guayaquil, y dos o tres fotógrafos de “El Comercio”, éramos el único personal de la Prensa Ecuatoriana destacados en el lugar, dispuestos a todo, porque la misión que nos tocó elegir no es para comodidades. Días antes, varios corresponsables y camarógrafos extranjeros habían descendido, en helicóptero, sobre Zamora. Captaron algo del “color local”, se sintieron defraudados por la falta de sangre, viviendas hechas añicos, dolor, y se fueron a inventar una historia en sus cómodas oficinas de Caracas o París. Esas historias mentirosas que luego presentaban al Ecuador como un país de salvajes que agredió al “culto y mesurado Perú”.
Aquí está el fruto de nuestro trabajo. De quienes nos alegramos de no ver casi nada de sangre en nuestra frontera. Sólo hubo la que fue indispensable para defender la Patria de una mini guerra relámpago largamente planificada por los círculos militaristas peruanos para distraer a su sojuzgado pueblo de los horrores de la inflación y el paro laboral. En estas páginas va también nuestro homenaje a los soldados de Paquisha, Machinaza, Mayaycu, y otros tantos sitios cuyos nombres aún no aprendemos los ecuatorianos –imperdonable falta-, que defendieron con heroísmo la integridad territorial. Y nuestro homenaje a los pobladores de Zamora Chinchipe, que también estuvieron listos para ofrendar sus vidas, y empuñaron las armas, y permanecen vigilantes mientras siembran, cultivan, y esperan días mejores para el Ecuador.
Cuenca, Febrero 12 de 1981
Eliécer Cárdenas
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