Historia / Memorias y Biografías / Revolución Cubana
Pacho O'Donnell - CHE. La vida por un mundo mejor
Las biografías constituyen un género atravesado por múltiples tensiones, en primer lugar porque si bien remiten a la realidad (la vida del personaje), iluminan a la vez el hiato ontológico insalvable que media entre la realidad y su representación, la verdad y lo verosímil. Suponen, por lo general, que existe algún grado de identificación entre el biógrafo y el biografiado. Y dan por supuesto, también, que se entablará alguna identificación entre el biografiado y el lector. Juego de reflejos donde todas las posiciones de sujeto están corridas, y nadie se siente cómodo en el lugar en el que se ha ubicado. En última instancia todos quieren ser él. Y él, el biografiado, no tiene más entidad que aparecer mitificado en las narraciones de otros. La biografía del Che Guevara, La vida por un mundo mejor, realizada por Pacho O’Donnell, muestra la densidad de estos trastrocamientos.
En una entrevista reciente, O’Donnell confesó que escribió la biografía porque percibió la necesidad de que una voz argentina se hiciera cargo de contar la vida del Che. Éste es el motivo, sin duda, por el que O’Donnell va intercalando en su relato voces de amigos y compañeros de la infancia y adolescencia de Ernesto Guevara. El coro formado por estas voces humaniza la figura del Che y deja ver, al mismo tiempo, que algo extraordinario se anunciaba desde temprano en su vida. O’Donnell subraya, por un lado, los ataques de asma que aquejaban a Guevara, y que no sólo nunca lo amedrentaron sino que le sirvieron para exigirse siempre más de lo que su físico soportaba; por otro lado, su vocación desmesurada por la lectura; por otro, su sensibilidad frente a la miseria y la injusticia, que lo llevaron, finalmente, a no imaginar otro destino para América que no fuera empujar la revolución más allá de los límites que ella misma iba instaurando.
Es difícil que una biografía del Che no destaque esta confluencia entre el intelectual y el guerrillero. Ahora bien, esto no significa que la forma en que el Che produjo la síntesis entre ambos tipos de vida fuera el único modo de aunarlos. El género biográfico, de hecho, es un buen lugar para construir una experiencia en la que el pensamiento y la acción no estén escindidos, ya que en él pueden confluir tanto el desinterés del espectador como el compromiso del actor. El biógrafo se apasiona con lo que sucedió sin estar directamente implicado, de ahí que pueda construir un juicio imparcial.
Toda biografía del Che no puede dejar de lado, por supuesto, el momento en que Ernesto Guevara de la Serna se convierte en el Che, con su infatigable compañero, el habano. Sería interesante también registrar otras mutaciones del Che, aquellas que no responden a su voluntad aunque conforman su imagen y su vida postrera: la primera, cuando el Che se transforma en un cuerpo muerto rodeado de soldados insignificantes, y con los ojos abiertos mira a la cámara fotográfica afirmando: esto que yace aquí, esto, es un hombre, el último. Luego, cuando el Che se metamorfosea en una silueta impresa sobre una remera, o en dos o tres postales, o en un poster. La vida no concluye con la muerte. La muerte es el acontecimiento que permite que la vida se convierta en relato, y asuma sentidos inimaginables.
Sólo se puede contar aquello que ha terminado. La talla desmesurada del Che ilustra esto: cualquier fajina con la que se lo quiera vestir, o las anécdotas en las que se lo intente inmovilizar, no bastan para contenerlo. Por ello aún se realizan biografías en su nombre. Es un héroe cuya tragedia comienza en el mismo minuto en que muere. Muerto, se reencarnó en muchas de las cosas contra las que había luchado. Esas cosas no hablan de una forma de vida mejor. En su mutismo, más bien muestran una vida informe, hoy arrasada por el individualismo y la indiferencia.
Daniel Mundo
13 de julio de 2003
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