Oswaldo Encalada Vásquez
Narrador, ensayista, erudito, filólogo, crítico literario y profesor universitario ecuatoriano, nacido en Honorato Vásquez (municipio perteneciente a la región costera de Manabí) en 1955. Es una de las figuras más destacadas de la intelectualidad ecuatoriana de finales del siglo XX y comienzos de la centuria siguiente.
Inclinado desde niño a las Humanidades y el cultivo de la creación literaria, cursó estudios superiores de Letras y alcanzó el título de doctor en Filología por la Universidad de Cuenca (capital de la provincia de Azuay). También obtuvo el grado de especialista en docencia universitaria por la Universidad de Azuay, en cuya Facultad de Filosofía ha ejercido muchos años en calidad de catedrático de Literatura. Además, ha sido profesor en el colegio Manuela Garaicoa de Calderón.
En su faceta de crítico literario y estudioso de la lengua y la literatura, ha colaborado en algunas de las publicaciones culturales más relevantes de su entorno, como El Guacamayo y La Serpiente (de la Casa de la Cultura de Cuenca), Núcleo (de Azuay) y Cultura (del Banco Central del Ecuador). Considerado como uno de los escritores más destacados de su tierra natal, el 18 de octubre de 2004 fue distinguido con la condecoración "Fray Vicente Solano", otorgada por el municipio de Cuenca a los ciudadanos más relevantes del lugar.
Entre sus ensayos críticos, estudios lingüísticos y trabajos de erudición más importantes, cabe citar los titulados Toponimias (2003) -un monumental estudio, en cinco volúmenes, acerca del origen y la evolución de las denominaciones de los pueblos y ciudades de Ecuador-; y Diccionario de Artesanías (2003). También es autor de Modismos cuencanos (1990), obra en la que, haciéndose eco del gracejo y el ingenio del pueblo llano, Oswaldo Encalada ofrece un inventario del argot de los distintos grupos sociales y profesionales de Cuenca.
Además, en su faceta de escritor, el erudito ecuatoriano ha sobresalido por su maestría en el cultivo del complicado género de la narrativa breve, al que ha aportado algunas colecciones de relatos tan brillantes como las tituladas Los juegos tardíos (Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1980), La muerte por agua (Cuenca: Universidad de Cuenca, 1980) y El día de las puertas cerradas (Quito: Planeta, 1988). Consagrado como uno de los grandes cuentistas ecuatorianos contemporáneos, sus relatos han visto la luz en algunas muestras colectivas tan relevantes como Selección del nuevo cuento cuencano (Cuenca, 1979), Antología básica del cuento ecuatoriano (Quito, 1998) y El cuento ecuatoriano de finales del siglo XX (Quito, 1999).
En palabras del también escritor y crítico literario Francisco Proaño Arandi, Oswaldo Encalada Vásquez refleja a la perfección en sus cuentos la "visión de un mundo claro y sin medias tintas, la reconstrucción serena del paisaje rural andino asumido desde la perspectiva de la evocación y el recuerdo; y al tiempo que nos ha tendido su trampa a través de la recreación del entorno, logra sumirnos en algo más que el puro paisaje, o que el desnudo desfilar de unos personajes muchas veces pintorescos: el universo mítico de la infancia, sus frustraciones, sus obsesiones, sus crueldades".
Otras obras de Oswaldo Encalada Vásquez no citadas en parágrafos anteriores son A la sombra del verano (Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1991), La signatura (Cuenca: Universidad de Azuay, 1994), Salamah (Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1998), Diccionario para melancólicos (Quito: Libresa, 1999), Crisálida (Cuenca: Universidad de Cuenca, 2000), Bestiario razonado & Historia natural (Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2002), Imaginario (Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2002) -escrito en colaboración con Eliécer Cárdenas-, Palabra derramada. (Breve antología personal) (Cuenca: Universidad de Cuenca, 2004), y El jurupi encantado (Quito: Editorial Radmandí, 2004).
Esta última colección de cuentos, destinada a los jóvenes lectores, comprende algunos de los textos literarios más bellos de cuantos ha escrito Oswaldo Encalada. Basándose en el primer relato del libro -que da título a toda la colección-, la compositora y musicóloga cuencana Janeth Alvarado creó una breve ópera infantil que fue estrenada con sumo éxito en Cuenca el 18 de junio de 2005. En ella se recogen las tribulaciones de los pájaros del bosque de Jarislandia -marco imaginario donde transcurren todos los relatos que conforman el libro de Oswaldo Encalada-, que en tiempos remotos perdieron la voz y tuvieron que ir, poco a poco, recuperando la facultad de emitir sonidos.
(http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=encalada-vasquez-oswaldo)
La muerte por agua
Un rasgo fundamental de la obra de Oswaldo Encalada Vásquez es el mito. Pero, lo que ocurre con él es lo que pasa por el resto de constituyentes. Su alteración es tan suceptible como su presencia.
"Presentimiento", que es uno de los relatos más característicos de este volumen, es también un buen ejemplo del empleo del mito por el autor (Narciso); "La Maga", igual (Proteo) y quizás "La Gringa" (¿Circe?). El mito del infierno dantesco se halla claramente utilizado en "Condesa" y "Más allá del río".
La sinestesia y la adjetivación extraña, ocupan lugar de privilegio en la obra de Encalada, e informan su lenguaje narrativo. Esto se explica, porque, la sinestesia, con su trastrocamiento perceptivo y adjetivación insólita, con su carga semántica desvirtuante sobre la realidad señalada por los sustantivos a los que modifica, permiten la mejor configuración de un mundo al revés.
La obra de Encalada es extraña, de eso creo que nadie tendrá dudas. Es también poderosamente sintética -por regla general, la mayor calidad se halla en los relatos más cortos-; se halla dotada de genuino lenguaje poético, un lenguaje en el cual, a veces, se disuelve la posibilidad del relato; y, al disminuir por completo el nivel del acontecer, queda la composición sólo como imagen, etapa previa, esbozo lírico. Pero, pese a ello, los logros del autor son múltiples, y hacen esperar una producción vasta y valiosa, con su sello característico, dentro de la pujante nueva literatura patria, pues, Encalada trabaja incansablemente, intentando siempre la perfección expresiva y -bueno es aclararlo- en su exigencia sólo rescata una parte mínima de su enorme labor creativa.
Jorge Dávila Vásquez
Cuenca, Agosto de 1980.