EL VEGANISMO
Por Raúl Cruz
Por Raúl Cruz
Donald Watson (1910-2005), inventor del término y el modo de vida "vegan", fundador de la Vegan Society.
La palabra veganismo viene del término inglés “vegan” y designa un modo de vida basado en el respeto a los animales. El término “vegan” fue inventado por Donald Watson (1910-2005) y su esposa Dorothy en el año 1944 –tomando las primeras tres letras y las dos últimas de la palabra “vegetarian”– con el objetivo de diferenciarse de quienes practicaban el vegetarianismo por compasión o respeto a los animales pero que, sin embargo, admitían otros productos derivados de la esclavitud animal como los lácteos, los huevos y la miel. El 1 de noviembre del mismo año, Watson y su esposa fundaron la Vegan Society (Sociedad Vegana) para difundir ese nuevo modo de vida basado en un verdadero respeto por los animales. Watson definió el veganismo como una filosofía de vida que excluye todas las formas de explotación y crueldad hacia el reino animal e incluye una reverencia a la vida.
En primera instancia, el veganismo es un modo de alimentación estrictamente vegetariano (cero productos de origen animal) pero, al ser una filosofía de vida que tiene como fundamento el respeto a los animales, no puede enfocarse exclusivamente a la forma de alimentarse; rechaza también el uso de cuero y pieles en el vestido y calzado; se posiciona en contra de los experimentos con animales y condena el uso de animales como entretenimiento o diversión. Es decir, el veganismo es, en la práctica diaria, la total abstinencia de productos y subproductos de origen animal, ya que estos sólo pueden obtenerse mediante la dominación, la tortura y el asesinato de los animales.
El veganismo parte de una visión objetiva del mundo; considera a los animales como seres independientes que tienen tanto derecho como nosotros a estar en este mundo, viviendo sus vidas libremente de acuerdo a sus necesidades e intereses; rechaza la visión antropocentrista del mundo que considera a la naturaleza y a sus habitantes (no humanos) como simples recursos que están a su uso y disposición. En este sentido, el veganismo surge como una reacción ante la dominación de los animales por parte del hombre.
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En el ámbito de la alimentación, el veganismo rechaza contundentemente el consumo de huevos y de productos lácteos, que muchos supuestos vegetarianos toleran porque consideran que para obtener tales productos, los animales no tienen que ser asesinados. Sin embargo, se trata de una explotación atroz contra los animales implicados.
Los huevos parecen ser un producto "libre de crueldad", pero si reflexionamos sobre las horribles condiciones en las que viven las gallinas destinadas a la producción de huevos, el panorama resulta totalmente diferente.
Empecemos por la explotación de gallinas. Los huevos parecen ser un producto “libre de crueldad”, pero si reflexionamos sobre las horribles condiciones en las que viven las gallinas destinadas a la producción de huevos, el panorama resulta totalmente diferente. Las gallinas son hacinadas en pequeñas jaulas donde apenas pueden moverse, alimentadas con antibióticos y manipuladas genéticamente para incrementar la producción. La tensión y el hacinamiento al que son sometidas desemboca en conductas antinaturales: empiezan a picotearse hasta matarse. Para evitar este tipo de comportamiento, o más bien para proteger los intereses de los empresarios (pues cada animal muerto representa una ganancia menos), se les cortan los picos con una guillotina especial o con un cuchillo caliente lo cual, sin duda, les ocasiona un terrible sufrimiento, pues se sabe que el pico de estos animales es muy sensible. Finalmente, cuando las gallinas ya no producen lo suficiente para mantener su cuota de alimentación son, al igual que los pollos “de engorda”, enviadas al matadero.
Separados de sus madres, los terneros son aislados y alimentados deficientemente para hacer más blanda su carne y que los humanos puedan disfrutar la leche que naturalmente les corresponde. Finalmente son enviados al matadero.
La explotación de vacas es igualmente cruel. Generalmente, no se conoce la relación entre la industria láctea y el negocio de la carne de ternera. Las vacas, al igual que las mujeres, tienen leche con un único fin: amamantar a sus hijos. Las vacas son embarazadas de manera artificial para que puedan tener un ternero y así dar leche. A los pocos días de nacer, los terneros son separados de sus madres, encarcelados y encadenados por el cuello para minimizar sus movimientos, no pudiendo siquiera dar la vuelta. Esta tortura tiene como fin hacer más blanda su carne. Pasan los siguientes meses de su vida con una dieta antinatural, baja en hierro, y son alimentados con antibióticos para hacer su carne aún más blanda. Finalmente, son atados y enviados al matadero donde mueren desangrándose en medio del horror, la tristeza y el sufrimiento. Entretanto, la vaca es nuevamente inseminada de manera artificial y se vuelve a repetir todo el proceso. La unión entre madre e hijo es tan fuerte en estos animales, que sufren mucho cuando son separados. El luto de las vacas puede durar varias semanas: se sabe de vacas que han escapado de las granjas para ir a encontrarse con sus hijos. Sin embargo, esto no les importa ni a los productores ni a los consumidores de productos lácteos. El objetivo para los primeros es incrementar las ganancias y para los segundos, deleitar el paladar. Y como existe una gran demanda, estos animales tienen que sufrir aún más: por ejemplo, se les inyecta constantemente la hormona de crecimiento bovino de la empresa Monsanto con el objetivo de incrementar la producción de leche hasta en un 40%. A causa de esto, las vacas desarrollan infecciones en las ubres y mastitis. Se sabe que los antibióticos administrados van a parar, también, a la leche de los consumidores, afectando su salud. Sin duda, un justo castigo.
Todo este miserable proceso de producción de lácteos y de huevos es sumamente innecesario. Los seres humanos podemos vivir perfectamente absteniéndonos de consumir carne, leche, huevos y demás productos de origen animal.
Queremos dejar claro que el veganismo tampoco apoya la ingestión de leche y huevos “orgánicos” o provenientes de las granjas donde los animales “viven en libertad”, por el simple hecho de que se sigue viendo a los animales como meros “medios para nuestros fines”: una estúpida visión en la que las vacas sólo “sirven” para dar leche y las gallinas para poner huevos.
Entiéndase bien: los animales no están para servirnos, no son objetos que podamos tratar a nuestro antojo. El veganismo es una forma de rechazo coherente contra toda forma de explotación y esclavitud de los animales.
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La leche
Tradicionalmente, se ha considerado la leche como un alimento de primera calidad, absolutamente necesario en la alimentación infantil y muy conveniente en la del adulto. Las razones de ello son el contenido en proteínas de alta calidad y la gran cantidad de vitaminas que contiene, en particular la D. Debido a esto, ha surgido toda una industria gigantesca basada en la leche (leches pasteurizadas, en polvo, homogeneizadas, desnatadas, etc.) y los derivados de la leche como los quesos, yogures, etc.
Parece que nadie discute la necesidad de la leche y se da por supuesta su validez y bondad como alimento. Pero ¿es así? La leche es lo que toma un bebé. ¿Es lógico que un niño o un adulto la tome? Desde luego, en el reino animal no ocurre, aunque ello no demuestra mucho. Pero el primer punto en el análisis de la bondad de la leche es preguntarse si un organismo adulto puede digerirla. El segundo punto sería plantearse si es necesaria para un niño.
1) Digestión de la leche
En el mamífero adulto, la digestión de las proteínas se inicia en el estómago por acción de la enzima pepsina. Esta encima es prácticamente inexistente en el estómago de los recién nacidos, en los cuales existe otra enzima distinta. En éstos, cuando la leche –que es su único alimento– llega al estómago, se cuaja debido a la acción de otra enzima denominada renina, que se produce solamente en el estómago de los mamíferos recién nacidos (en el ser humano está presente hasta los 3 años de edad). La razón de la coagulación es la conversión del caseinógeno, proteína de la leche, en caseína, que es insoluble. Así, los grumos de caseína se separan del suero lácteo. De esta forma el coágulo se contrae y pasa al intestino sin digerir. En el intestino pequeño se digiere el coágulo por la acción de enzimas adecuadas (principalmente tripsina).
La razón biológica del por qué de la coagulación de la leche en el estómago de los bebés y del cambio de enzimas no está muy clara todavía. Pero lo que sí se puede deducir de todo el proceso es que el mecanismo de digestión de los mamíferos está preparado para digerir la leche hasta una cierta edad, es decir, hasta el destete y a partir de ese momento el proceso de digestión cambia para enfrentarse a la digestión de otras proteínas y se olvida de la leche.
Hay más evidencias de que esto es así. En efecto, la leche contiene también azúcar, denominado lactosa, que sólo existe en este alimento. En el epitelio intestinal hay una serie de hidrolasas que rompen los azúcares. En particular, en los mamíferos recién nacidos existe la lactasa, que rompe la lactosa en monosacáridos fácilmente absorbibles. Pues bien, como la lactosa no está presente en la alimentación de ningún mamífero adulto (por adulto se entiende después del destete [excepto del hombre]), entonces es de esperar que o no exista lactasa en el epitelio intestinal de los mamíferos adultos o bien en cantidades despreciables. Y, en efecto, así ocurre.
Al igual que con los demás mamíferos, en la mayoría de los casos los bebés cesan de producir lactasa después del destete; sin embargo, ésta persiste en algunos adultos humanos sin que se conozca la razón biológica de esta anormalidad. La mayor proporción de la anormalidad biológica de mantener una producción alta de lactasa ocurre entre las personas de origen europeo sin que se sepa la razón de ello. En mi opinión, debido a la enorme ingestión de leche que se fuerza a consumir a los niños en cuanto se produce el destete (si es que se produce, ya que la gran mayoría de los niños occidentales tienen lactancia artificial), el cuerpo no tiene más remedio, como defensa, que seguir produciendo lactasa para digerir la lactosa y así evitar su fermentación en el intestino, que es lo que ocurre en las personas con intolerancia a la lactosa.
La deficiencia de producción de lactasa no significa que no pueda tolerarse la ingestión de pequeñas cantidades de leche, como cualquiera puede comprobar dando un plato de leche a un gato adulto. Aunque hay casos muy claros de intolerancia a la leche, la mayoría de las reacciones no son tan obvias y se manifiestan con producción de gases, diarrea o dolores abdominales.
Otro punto importante es el siguiente: La lecitina es un fosfoglicérido compuesto por colina, una vitamina (la B4) según muchos investigadores. Su gran importancia es como agente antigrasa para la función nerviosa, para la presión sanguínea y para la resistencia a las enfermedades. Pues bien, la leche materna contiene lecitina, es decir, colina, mientras que la leche de vaca no. Esto significa que la leche materna lleva su propio agente emulsionante de las grasas que contiene, lo que ayuda a digerirla y transportarla, mientras que la leche de vaca no. Por tanto, la grasa de esta leche se digiere de forma distinta a la materna. Si la ingestión de leche de vaca es alta, significa que reducirá las reservas de colina con el consiguiente perjuicio para el organismo. Una insuficiencia de colina desde la infancia puede conducir, muy probablemente, a padecer presión arterial alta en el futuro.
Hay otras muchas razones más o menos fundadas en contra de la utilización de la leche como alimento, pero no son tan contundentes como las 3 anteriores, por lo que no se expondrán aquí. Éstas son suficientes, ya que implican la mala digestión y lo perjudicial que puede ser desde el punto de vista de los tres componentes principales: proteínas, grasas y glúcidos.
Por tanto, puede afirmarse que, en términos biológicos, anatómicos, bioquímicos y evolutivos, ingerir leche después de los 3 años es una anormalidad y una aberración. Así, las enormes cantidades de leche que los “expertos” en nutrición infantil recomiendan ingerir a los niños en crecimiento son, literalmente, contra naturales.
2) ¿Es la leche realmente necesaria?
En realidad, la pregunta sería si los productos lácteos, en general, incluyendo la leche, son necesarios para una alimentación completa.
En la sección de las proteínas se puede ver que los productos lácteos no son necesarios desde el punto de vista de la calidad de las proteínas, pues existen proteínas de origen vegetal con una calidad mayor o igual a la de la leche. En la sección de los minerales se comprueba que, desde el punto de vista del aporte del calcio, también puede ser sustituida ventajosamente por productos de origen vegetal. La leche y los productos lácteos son una de las poquísimas fuentes de vitamina D que existen, por ello se recomienda su ingestión. Sin embargo, en la sección dedicada a la vitamina D se ve que no es necesaria la ingestión de dicha vitamina, pues la fuente principal es su generación en la piel por exposición al sol. El resto de los nutrientes, tanto calóricos como no calóricos, se pueden obtener más fácilmente y en mayores cantidades en otros alimentos de origen vegetal.
Por tanto, la conclusión es que se puede prescindir por completo de la leche, incluso durante el crecimiento de los niños. Esta afirmación, que está completamente en contra de lo que nos han enseñado, ¿es cierta? En Human Nutrition and Dietetics (p. 588) en el capítulo dedicado a la nutrición infantil, se hace una afirmación extraordinaria:
“En la práctica, el crecimiento y el desarrollo son normalmente menores en los niños que reciben dietas pobres que contienen poca o ninguna leche. Esto no tiene por que ser así: Widdowson y McCance demostraron que si se ingiere una buena mezcla de proteínas vegetales, se obtienen excelentes velocidades de crecimiento, a despecho de la virtual ausencia de leche en la dieta. Se recomienda a veces ingerir mayores cantidades de leche. Esto puede acelerar más el crecimiento y, menos cierto, incrementar la estatura adulta, pero no hay evidencia de que ello sea deseable o que contribuya a la salud y el bienestar”.
Llegamos así al punto principal de este libro: si un niño que no toma leche está raquítico o mal desarrollado es porque no se le ha sabido alimentar bien y no ha tomado el sol, no porque la leche sea un alimento imprescindible. Por supuesto, es más fácil darle un vaso de leche al niño que ponerse a pensar en una dieta equilibrada, pero esto sólo demuestra que, en efecto, es más fácil, no que la dieta vegetariana sea inferior. Por otra parte, teniendo en cuenta los efectos secundarios comentados anteriormente, no está claro que esta aparente facilidad sea positiva, sino que incluso, a la larga, puede ser negativa para el niño.
**Extraído del número 2 de la REVISTA TIEMPO ANIMAL, México.
Fuente: http://tiempoanimal.blogspot.com
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