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Ecuador: El retorno de los cadáveres insepultos
17-12-2010
“La esperanza es como la sal no engorda pero da sabor al pan”
Fernando Villavicencio
Dos mil cuatrocientas palmas agitaron el ambiente, cuando el Presidente
Rafael Correa, cerró su informe a la nación, pidiendo amnistía para el gerente
del neoliberalismo, prófugo de la justicia, Alberto Dahik. Tres años atrás ya
lo hizo para su padre espiritual, Gustavo Noboa; simultáneamente, los
tribunales de justicia controlados por él, levantaron la orden de prisión
contra Jamil Mahuad, responsable del salvataje bancario, hoy profesor de ética
económica en EEUU.
Cuando escuché amnistía me acordé de las creativas escenas de la democracia
común, perdón, de la delincuencia común: la gresca callejera, el pueblo se
arremolina, la policía llega, el cuento, el chisme, mientras a dos cuadras, los
panas están asaltando la joyería. La oposición boquiabierta y hasta algunos
paisistas no salen del asombro, el país anda enchufado al tema, mientras nadie
se preocupa de los negociados y la corrupción que ahoga al sector público.
Con la llegada de la democracia a inicios de la década de los ochenta del
siglo veinte, se estrenó la película el retorno de los muertos vivientes, en la
cual salían de sus tumbas, olorosos seres descompuestos en busca de alimento;
pese al maquillaje y a los efectos especiales, por cada grito de susto, la
cinta provocaba un rosario de risas y hasta la compasión del espectador.
Treinta años después, el Presidente Rafael Correa, inspirado en la aludida
comedia de terror, con su bronco humor del siglo 21, acuñó la expresión
“cadáver insepulto”, al ex Presidente Osvaldo Hurtado, homologando el término a
los demás representantes de la denominada “partidocracia”, que han morado desde
entonces en la morgue de la democracia, acusados de ser los creadores de la
maloliente Teoría Económica Zombie (TEZ), más conocida en los cementerios
occidentales como neoliberalismo.
Nadie logró escapar del fuego sentencioso de su verbo: Febres Cordero,
Blasco Peñaherrera, Sixto Durán, Alberto Dahik, Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad,
Fabián Alarcón, Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez, muertos de pelo alto y hasta
muertos de medio pelo, todos bien muertos bajaron a acompañar la tumba de
Osvaldo Hurtado.
Cual orden de Thule, la revolución correísta levantó del sepulcro al Ché,
para testimoniar el sello definitivo e histórico del sepulcro neoliberal, para
que luego el legendario guerrillero, pueda morir para siempre, en paz. Chávez
hizo lo propio con Bolívar, pero se llevó una gran sorpresa al encontrar el
cadáver del héroe antiimperialista, cobijado con la bandera del imperio
británico.
Del Carchi al Macará, del Pacífico al Curaray, todos los géneros y todas
las especies instruidas en las sabias lecciones del “escolar ecuatoriano”,
festejaron el fin de la prehistoria, el guiño encantado del cambio, la Patria
compartida en 14 milloncitos de pan.
Los tecnócratas jóvenes de la teoría zombie, jamás descendieron al mausoleo
junto a sus progenitores, permanecieron al frente de los negocio del Estado,
mutados en zurdos camaleones; aprendieron rápido “hasta siempre comandante”,
siguieron cursos intensivos de socialismo para principiantes, en las escuelas
de RIUS, PCE, PSE, MIR y demás cofradías busca puestos. Así, mientras duraba el
efecto narcótico de la pócima revolucionaria, ellos ejecutaban eficientemente
el proceso postergado durante décadas. Solo hay que repasar el manual del CONAM
del gobierno de Sixto Durán Ballén, y podrán decir, trabajo cumplido. La
diferencia es imperceptible, ahora en vez de yankee go home, se dice chinese
wellcome.
El cuerpo del poder correista, donde se cuecen los grandes negocios:
petróleo, electricidad, telecomunicaciones, aduanas, obra pública y los
estelares mandos del Estado, se han mantenido infestados de correligionarios,
parientes, amigos, amantes, afectos, socios, accionistas, áulicos y cortesanos
del funeral populista y neoliberal de los últimos treinta años:
febrescorderistas, democristianistas, sixtistas, dahiksistas, roldosistas,
mahuadistas, gutierristas, noboistas, alarconistas, velasquistas, opusdeistas,
y unos cuantos izquierdosos, decorando el marco teórico y tendiendo alfombra
roja al paso de la corte.
El efecto de la morfina populista empieza a ceder, el sepulturero del
cambio se apresta a abrir todas las tumbas, de todos los insepultos, para que
se levanten como lázaros, y miren, aprendan y aplaudan la obra completa,
pensada desde la derecha y ejecutada con la izquierda, bien hecha, en nombre de
todos, con equidad de género y derechos de la naturaleza, sin machismos,
musicalizada con sonetos de la nueva trova en tercera edad. Tercos somos los
ecuatorianos, seguiremos cantando: “cincuenta revoluciones en cincuenta años
tenemos, como no han sido bien hechas hasta acertar las haremos”.
En el siglo diecinueve el valeroso impugnador de tiranos, bogotano y
alfarista, José María Vargas Vila, en su obra “La muerte del cóndor” pintó la
tragedia de su pueblo en los rostros de los “cadáveres insepultos” eternizados
en el ataúd de la historia. Los tiempos pasan pero a veces como que no pasan,
se repiten crueles, con otros nombres, pero solemnemente infames, como nos
recuerda Vargas Vila a la falaz revolución o regeneración de Núñez en Colombia:
“No iluminan como los sabios; pero engañan como los farsantes. No son una
revolución, sino un trastorno. Todo lo derriban, y no edifican nada. Es un
pillaje, no un gobierno. No saben qué quieren, ni para dónde van. Aquello es:
la locura de las medianías, la embriaguez de las nulidades, el desenfreno del
crimen. Esta agrupación híbrida, que como un miasma pestilencial, se ha alzado
de la corrupción de todos los partidos; esta avalancha de hombres de todos los
bandos, que ha caído sobre la República, como esas invasiones de bárbaros, que
todos los cuatro puntos del horizonte cayeron un día sobre Roma, ni es un
partido, ni tiene bandera, ni obedece a principios, ¿De dónde ha surgido? De
abajo del fondo de todos los partidos. Hombres y tendencias, todo ha brotado de
la sombra. Grupo genesíaco, en que todos han salido de la nada no sabiendo
quiénes son, de dónde vienen, ni para dónde van.”
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