Quincenario OPCIÓN
30S: la obsesión por darle nacimiento a una supuesta “revolución ciudadana”
8-7-2011
El mito que el gobierno pretende construir alrededor de los sucesos del 30S tiene diversos promotores: los comunicadores gobiernistas, que se encargan de elaborar documentales, libros, spots, o simplemente actúan como testigos a favor del gobierno; los funcionarios del régimen que repiten hasta el cansancio lo que el jefe dice, y algunos jueces que el gobierno ha logrado cooptar, o por lo menos neutralizar a través de los cálculos oportunistas que en ellos surgen en torno a la reestructuración de la justicia que está en marcha.
Ahora ya existen sentenciados como culpables por haber participado en estos hechos, bajo el cargo de atentar contra seguridad del Estado. Se trata de policías que, sin negar su participación en la rebelión policial, no aceptan que su intención haya sido tomarse el poder, o actuar bajo órdenes de alguien con ese propósito.
El mito se vuelve necesario para el proyecto político de Correa. Busca legitimar su régimen como “revolución”, y para ello requiere de sucesos violentos en los que esa opción aparezca triunfante. Se trata de equiparar al 30S con lo que fue el intento de golpe de Estado (ese sí) en Venezuela contra Hugo Chávez, ocurrido el 11 de abril de 2002 y que tuvo la figura visible de Pedro Carmona como representante de los empresarios golpistas, empresarios entre los que estaban, de manera abierta, los dueños de los principales medios y sus periodistas.
En Ecuador, hay que repetirlo una vez más: ni hubo secuestro al Primer mandatario, ni se intentó asesinarlo, y mucho menos se produjo un intento de golpe de Estado. Al frente de ese movimiento no estaba un sector económico político claramente identificable, lo cual es una condición fundamental para que se intente un golpe, es decir, que alguien reclame el poder. Los protagonistas fueron miembros de la tropa policial, a los que luego se unieron algunos militares, que buscaban reivindicaciones de carácter económico, y nada más. En las Fuerzas Armadas no hubo una planificación desde las altas esferas de mando para retirarle el respaldo al Presidente, más bien lo defendieron, y de manera violenta.
Los medios no hicieron parte de la planificación, tanto que la mayoría de periodistas se sintieron desconcertados con los sucesos y más bien llamaban a deponer la medida de hecho. Y, a diferencia de lo que ocurrió en Venezuela, el discurso que narraba lo que sucedía no era el de los medios privados, puesto que a través de un Decreto (firmado desde el supuesto lugar del secuestro) se impuso una cadena nacional de radio y televisión indefinida e ininterrumpida. Se armó la tramoya y se la difundió de manera vertical y prepotente.
En Venezuela, mientras los canales privados emitían dibujos animados, el pueblo salía de manera espontánea de las barriadas populares, hacía funcionar sus precarios pero efectivos medios de comunicación alternativa y se volcó a las calles a defender a su gobierno. En Ecuador, mientras el canal del Estado era la única señal al aire, y se convertía en un burdo espacio de agitación política, el gobierno tuvo que sacar a algunos funcionarios públicos muchos bajo presión) para tratar de llenar la Plaza Grande que en realidad es pequeña en términos de cuántas personas alcanzan). Puso en riesgo a esas personas y ahora las muestra como los necesarios héroes de esta gesta.
Sin embargo, el mito, como lo manifiesta Roland Barthes, no es eterno, dura mientras la sociedad hace uso de él asumiéndolo como verdad. El del 30S ni siquiera se ha terminado de construir, la mayoría de la gente, pese a los esfuerzos del gobierno, no lo asume como verdad, por ello no durará.
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